jueves, 7 de agosto de 2008

aprender a leer

Un buen comienzo para aprender a leer
¿Cómo podemos favorecer el desarrollo de la lectura?
El desarrollo de un niño en sus primeros tres años de vida es espectacular en todos sus aspectos. Madura fisiológicamente, aprende a andar, a hablar, a relacionarse con los demás… y ¿por qué no a leer? No hay prisa para que aprenda a leer de manera precoz, se trata de que alcance pronto la madurez necesaria para poder hacerlo. El niño aprende sobre las palabras y lo escrito mucho antes de comenzar a leer, pero ha de hacer previamente muchas cosas para estar listo. Estimulemos su lenguaje Desde que el niño nace establece una comunicación con las personas que le rodean. A principio es una comunicación limitada y prelingüística (llanto, sonrisas, caricias…), pero, a medida que escucha y balbucea, comienza a decir y a comprender palabras, a expresar sus emociones y necesidades y a fomentar sus relaciones sociales. Hay que escucharle, hablar, cantar, leer y reír con él cuanto podamos y, de este modo, conseguiremos que la lectura se convierta en un momento especial. Estimulemos su psicomotricidad La forma de caminar, correr, saltar, montar en triciclo, subir y bajar escaleras… se irá perfeccionando a lo largo de estos años. Pero necesitará también fortalecer los músculos de sus manos y dedos para que sus movimientos sean cada vez más precisos a la hora de realizar trazos con pinturas o pasar las páginas de los cuentos… A medida que toca y experimenta con las cosas que están a su alcance, adquiere nuevas destrezas. Hagamos que construya torres, introduzca objetos pequeños en recipientes, ensarte cuentas, amase plastilina…y, sin darnos cuenta, le veremos escribir su nombre. No se trata de enseñarle a escribir, sino de ofrecerle un entorno rico en vivencias y experiencias gratificantes. Estimulemos su juego Las letras son los símbolos de los sonidos y éstos, unidos, forman palabras. El juego simbólico adquiere por tanto una gran importancia en el aprendizaje de la lectura, ya que utiliza ideas y no objetos reales. Démosle la oportunidad de que nos imite o juguemos con él a que nos comemos “imaginariamente” unas apetitosas galletas, hablamos por teléfono con alguien que no está presente o cualquier otra historia divertida. Si forzamos al niño a aprender a leer sin alcanzar la madurez necesaria o no está motivado para hacerlo, difícilmente conseguirá disfrutar con la lectura.

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